Evidentemente, la novela Don Quijote es parte central de la historia de la risa, esa otra catarsis corporal dejada de lado por las teorizaciones literarias. La risa y lo popular van unidas en Don Quijote. El personaje Sancho las unifica. Pero al ingresar en la obra, se transforman también en un elemento político. Sancho como escudero es el campesino pobre marginado en España. No solo a través de él ingresa el contexto de la vida material y cotidiana a la novela; lo hace con el propio don Quijote, desde la primera fase, y a través de muchos otros de los centenares de personajes que aparecen en la novela. Esta es una asignación de un gran rol al pueblo. Un pueblo inteligente, típico, no domesticado, pleno de sabiduría popular, antiabsolutista.
Siguiendo la idea central de Bajtín de que la vida es dual, la novela muestra cómo lo festivo relativiza lo serio. El único género que intentaría capturar la dualidad de la vida es la novela, y por eso su heterogeneidad y heteromorfismo. Por largo tiempo, las formas literarias cómicas han sido relegadas en la historia literaria. Lo festivo introduce el lenguaje común, oral, cotidiano, para que pueda participar, como discurso legítimo, con otros discursos serios y sublimes. Así, el mundo de Don Quijote se hace horizontal, abandonando la rígida estructura medieval, vertical y valórica, atemporal, abriendo, en cambio, un espacio democrático e histórico, horizontal y familiar, representado por las tres salidas de don Quijote por los campos de la península.
El diálogo entre lo serio y lo cómico, lo erudito y lo folclórico será un interactuar abierto, no finalizado. Dos verdades y más surgirán de esta circunstancia. El canon clásico convergerá con un canon (no formulado) popular e incipientemente moderno. La novela se conforma como una nueva conciencia nacida de la intersección de muchos lenguajes, en una multiplicidad de estilos. Aún antes de la manifestación plena del barroco en España, Cervantes considera las limitaciones de esta visión de mundo, donde la risa y lo cómico no tienen lugar. Su novela es una advertencia. Lo oral y popular chocan con lo jerárquico y dogmático. Se invierte la jerarquía, los sujetos se hacen iguales, y esta desconstrucción o negación positiva es, a la vez, un acto crítico y creativo.
Don Quijote es una gran novela porque lo solemne y lo festivo cohabitan en un diálogo franco, en una suma de lo superior y lo inferior (en géneros discursivos, clases sociales, paradigmas epistemológicos). Hay una carnavalización de lo alto, y la palabra del autor se hace ambivalente y bivocal. Don Quijote es una novela abierta a diferentes concepciones de la verdad. Lo carnavalesco emerge con elementos provenientes de la cultura pagana, tal como algunos de los títulos de los capítulos, donde deidades clásicas hacen su reaparición.
También es parte del carnaval la adopción de una nueva identidad, de una máscara. Esto acontece con ambos personajes principales. Los dos adoptan una máscara (tema carnavalesco por excelencia). Sancho, el campesino, llega a ser escudero, y don Quijote, dueño de una pequeña hacienda, llega a ser caballero.
Todo esto convierte a Cervantes en un artista en pugna, con una obra donde dialogan dos culturas, dos tiempos históricos, dos visiones de la vida. Dadas las limitaciones del discurso serio, la risa le permite a Cervantes pues el surgimiento de otra verdad, convirtiéndose la novela en un vocabulario transcultural. No podía ser de otra manera, en una época de una gran transformación de sistemas políticos, económicos, religiosos, culturales y artísticos.
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